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Alfredo Molano Bravo, una persona de la cual no se sabe más que lo que se puede leer o escudriñar en las innumerables historias que contó. Sus obras se han encargado de mostrar la realidad de muchos colombianos, y es que como todo un buen periodista, se encargó de ir más allá del discurso, de lo que unos labios pueden llegar a pronunciar. Escarbó desde las profundidades de aquellos personajes que protagonizan sus historias, los sobrevivientes del conflicto armado en Colombia. 

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Murió el 31 de octubre del 2019, a la edad de 75 años. Dejó un legado para todas las personas que quisieran conocerlo y saber cómo fue la vida de un caminante. En mi caso no tuve la fortuna de estrechar su mano, o de cruzar palabra, ni siquiera de verlo desde lejos, pero puedo decir que lo conozco, tal vez un poco tarde, ya que hasta hace poco descubrí cómo era su voz a través de un  relato de viaje. Todo comenzó con la lectura de una de sus obras literarias: “Aguas arriba”, una historia de frontera que cuenta cómo los habitantes de Guainía buscan la manera de hacer riqueza en una zona olvidada, lugares que para muchos colombianos no existen. El texto evoca pensamientos un tanto extraños, casi como si se pudiera percibir los olores que diferencian un lugar de otro, lugares donde sus habitantes todos los días tienen que enfrentar una nueva historia, luchar por sobrevivir ante el olvido estatal. Estas son historias que, como yo, miles de personas desconocen. 

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Como un amigo, me imagino a Molano. Con su estilo de narración libre, dejando de lado lo técnico, leo sus textos, es como recibir una carta de una persona que se encuentra lejos. Con sus relatos en primera persona, narra sus viajes, pero esta vez no un viaje cualquiera, tal vez no tan lejos de lo que pensamos. Es así como sus escritos reconstruyen un pasado que se encuentra muy latente en nuestro presente, relatos que parecen irreales, pero que son veraces, se trata de historias que pasan en el mismo suelo al que pertenecemos y pisamos. 

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Molano era un andariego todo terreno, dedicado a seguirle los pasos al conflicto armado colombiano. Al leerlo dan ganas de querer saber más, de escuchar a la gente, de vivir. Fue un motivador a favor de la paz. Por su obra fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Hoy casi que me arrepiento de no haber descubierto sus escritos antes, quizás así hubiese tenido la oportunidad  de asistir a una de sus tantas conferencias, para verlo aunque fuera desde la silla de atrás, por eso no puedo negar que siento la necesidad de leer cada vez que pueda, los textos de este gran escritor.