top of page

SE FUE MOLANO

Alfredo-Molano-770x540.jpeg

Por: Angie Ramírez

Cuando estaba volviendo, se fue Molano. Aunque en realidad creo que nunca se fue para sus lectores asiduos. Sus lectores no se fueron de él, y él nunca se fue de la ruralidad colombiana. Para mí, en cambio, una estudiante común de Comunicación Social, que escuchaba de él constantemente como un referente, volvió cuando la noticia del momento era que había sido elegido como unos de los 11 comisionados de la Comisión de la Verdad. Se contaba que en ese grupo había expertos de todo tipo, y se hablaba con especial alegría que ahí estaba Alfredo Molano, ¡Sí, Alfredo! Todos los  medios lo mencionaban, como quien nombra un viejo amigo que hace tiempo no ve.

Claro, la noticia daba felicidad. Quien conformaba aquel grupo que pretende esclarecer situaciones del conflicto armado colombiano, era nada menos que alguien que se ha recorrido el país escuchando todas las historias cotidianas posibles.  Molano ha tratado de retratar con sus letras un país que no ha hecho sino pasar de pequeñas violencias a prolongados conflictos. Allí estaría liderando el equipo que recogería los relatos de las víctimas de las regiones Orinoquía y  Amazonía. “Es importante aceptar la responsabilidad por hechos concretos, la verdad debe ser sólida, verificable y demostrable”, fue una de sus banderas al iniciar este proceso en el 2017. Siendo Sociólogo, periodista y escritor, tomó cuanta herramienta académica tuvo a su alcance para describir los rincones colombianos, pero más que eso, tuvo gran facilidad para mirar, para escuchar, para andar en las historias rurales del siglo XX. Por eso no habría otro experto al que le resultara mejor este trabajo, tenía toda una vida de experiencia por aportar. 

En realidad eso lo sé de oídas y de leídas, porque para el momento de su muerte poco había leído a Molano, pese a sus columnas en El Espectador, que volvieron para ese entonces después de cerca de 9 años de ausencia (según una noticia que leí y que ya no aparece en el portal del medio). Y me fui haciendo la idea de quién era por las historias que encontraba en redes sociales. Tal vez se sintió como que no estaba, por aquello de que todas las fotos que vi de él en ese tiempo eran en el campo, con personas que no son tan populares en lo digital. Lo vi ahí, más que en eventos académicos de las ciudades, como sí hacen otros académicos, que hablan de lo necesario de andar y que no salen de auditorios, de conferencia en conferencia. Molano, en cambio, fue muy reconocido por andar, “hay que caminar la palabra”, decía. 

“Léete ‘Desterrados, crónicas del desarraigo’, de Alfredo”, me dijo Nenita; Fercho compartía fragmentos de sus textos en Instagram y en mis clases de periodismo se escuchaba de vez en cuando. —Hay que leer a Molano—  era mi tarea pendiente para la vida. El señor de frases elocuentes que convocaba en todos sus alientos a la resolución de los conflictos, y quien con vehemencia insistió en que la memoria sería la herramienta para eso, estaba ahí, y ya hasta lo sentía cercano. 

Y finalmente un jueves de 2019 llegó la noticia, Molano se fue, quedó con textos a medias y con un trabajo largo, en el que confiaba profundamente en su aporte para la Comisión y para el país. Había historias que lo necesitaban de vocero. En La Vega quedó el profe Óscar con algunos encuentros pendientes, en los que Molano lo seguiría escuchando en su rol de líder campesino. Allá había estado recientemente, y estuvo muy seguido en ese rinconcito caucano, reconocido por ser una importante fuente hídrica. Molano fue uno de los conocedores más cercanos de la lucha que se teje allá por el territorio, quería contarla y no alcanzó. Se fue Molano, y quedaron sus textos, 30 obras importantes más sus constantes aportes a la opinión pública y por supuesto su ímpetu por aportar a la reconstrucción del país, en medio de las ruinas del conflicto. 

Tarea para la vida: hay que leer a Molano, pero más allá de leerlo, hay que caminar la palabra y a lomo de mula, como lo haría en sus mejores tiempos Alfredo. ¡Ah! Y no hay que dejarlo ir, hay que hacer la tarea como la han hecho por años sus lectores, hay que tenerlo presente y mirar el país por medio de sus ojos, mientras nosotros hacemos nuestro propio camino queriendo narrar. Molano  no se fue, regresó y en su despedida nos dejó una gran tarea. 

© 2020 Somos el laboratorio de medios periodísticos Co.marca, un proyecto del Programa de Comunicación Social con el apoyo de la Vicerrectoría de Investigaciones de la Universidad del Cauca.​

bottom of page